Organizan: Fundación Ibn Tufayl, Departamento de Árabe de EOI Almería, Departamento de Filología de la UAL y SEEA, con la colaboración del Museo de Almería (Consejería de Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía).
El 17 de octubre de 1147, Almería padeció el ataque definitivo del ejército cristiano que la asediaba. Una coalición liderada por Génova y apoyada por Alfonso VII de Castilla y León, el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona (príncipe soberano de Aragón) y el rey García VI de Pamplona, al amparo de las prédicas de la II Cruzada, había decidido castigar, con el apoyo del papa Eugenio III, la ciudad andalusí desde la que operaba la otrora poderosísima flota almorávide. Al amanecer de ese día aciago para los almerienses, que era viernes, se inició el combate que llenó las calles de horror y desolación. Entre las víctimas del baño de sangre que se produjo, encontramos al escritor Abu Muhammad al-Rushati. Los que tuvieron la suerte de huir de la ira de los conquistadores, se refugiaron en la Alcazaba, donde resistieron todavía cuatro días más. El 21, finalmente, la Alcazaba capituló. Se iniciaba así la particular década ominosa para los andalusíes almerienses. Su ciudad vivió bajo el yugo de las tropas cristianas durante diez largos años, hasta que en 1157 fue conquistada por el califato almohade.
De Génova partió la iniciativa de reprimir Almería para que nunca jamás sus bajeles pudiesen amenazar el comercio de la república ligur. Un año antes de la conquista, en 1146, otra flota genovesa había arremetido contra Almería, aunque entonces se retiró a cambio de dinero. El ataque de 1147 fue diferente, pero no por ello Almería dejó de ser andalusí, que incluso llegó a ser gobernada por el emir Ibn Mardanish de Murcia y Valencia (aliado de Alfonso VII y Ramón Berenguer IV). En 1147, pues, Almería no se convirtió en ciudad cristiana, aunque en su alcazaba sí que permaneció una guarnición que aseguró el dominio de la ciudad por quienes la conquistaron.
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