Fundacion IbnTufayl

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Texto de Abu l-Mugira Ibn Hazm

Un día comí con Almanzor Ibn Abi `Amir en Munyat al-Surur [la Almunia de la Alegría] en al-Zahira, lugar de una belleza floreciente, pues alberga arriates y albercas. Y cuando el día se ungía con el azafrán de la tarde y exten­día sus alas el negro cuervo de la oscuridad, la noche dejaba caer sus tinieblas, Arturo blandía su lanza, el Buitre disponíase a volar y surcaba el cielo la barca de la luna, encendimos las lámparas del vino, nos envolvimos en los mantos del contento y las nubes tendieron sobre nosotros un dosel cubierto de rocío. Entonces cantó una esclava llamada Uns al-Qulub:', '

                         "La noche avanza al irse el día

                        y la luna aparece como media pulsera,

                        diríase que el día es una mejilla

                        y que la oscuridad es el dibujo del aladar;

                        las copas me parecen agua sólida

                        y el vino fuego líquido.

                        Han cometido un crimen contra mí mis ojos,

                        ¿cómo podré excusar a mis pupilas?

                        Maravillaos, amigos, de una gacela

                        injusta con mi amor cuando está cerca;

                        ¡ojalá hubiera un medio de llegar hasta él

                        y con su amor cumpliera mis deseos!"

 

                        En esto, Almanzor se apresuró a coger la espada, habló con aspereza y le dijo a la esclava: "¡Responde y dime la verdad! ¿a quién aludías hablando de deseo y de ternura?". Y la joven contestó: "Aunque mentir me podría salvar, decir la verdad es más conveniente y adecuado. Por Dios, no ha sido más que una mirada, que ha engendrado en mi pecho un pensamiento. El amor ha hablado por mi boca y el deseo ha divulgado lo que ocultaba. Perdonar en ti está garantizado por tu poder, y es sabido que disculpas cuando se excusan". Luego se echó a llorar Bsus lágrimas parecían las perlas de un collar cuando se rompe o el rocío que cae sobre una rosaB y recitó:

 

 

                        "He cometido una falta muy grave,

                        ¿cómo podré excusarme?

                        Lo ha decretado Dios,

                        que yo no lo he escogido.

                        Lo más hermoso es perdonar

                        cuando se tiene el poder para hacerlo".

                        Entonces Almanzor volvió hacia mí la faz del enojo y desenvainó la espada contra mí, y exclamé: "¡Que Dios Altísimo te favorezca! Sólo ha sido un error al que me ha arrastrado el pensamiento, una imprudencia que ha favorecido la mirada. El hombre no puede hacer más que lo que está decretado, no lo que escoge o desea".

                        Almanzor meditó un poco, luego nos perdonó y disculpó, pasó por algo nuestra falta y levantó el castigo, y me dejó ir en paz y se calmaron el palpitar de mi corazón y mi pasión. Me dio a la esclava y pasamos la más deliciosa de las noches y arrastramos por tierra las orlas del ropaje del amor. Y cuando la noche recogió su cabelle­ra, la mañana desenvainó su espada y los pájaros en las ramas más altas se respondían unos a otros con distin­tas melodías, me marché con la esclava hacia mi casa y mi alegría fue perfecta.

 

            Trad. de Teresa Garulo (Diwan de las poetisas de al-Andalus, Madrid: Hiperión, 1986, 139-40; y La literatura en al-Andalus durane el siglo XI, Madrid: Hiperión, 1998, 151-3). V. también Biblioteca de al-Andalus, III, "Ibn Hazm, Abu l-Mugira".